jueves, 10 de mayo de 2007

Cuando lo que palpita no es el corazón

Puedo ver, del mismo modo que cuando intento examinar mi nariz y encuentro una especie de sombra azul, lo puedo ver. Debo esforzarme, forzar mi mirada, hacia el sector izquierdo y hacia abajo, como si la intención fuese observar de reojo. Mejor aún, siento, presiento como lentamente mi párpado se prepara, me prepara, me hace pensar que el movimiento va a ser lento, suave.
Pero esto no acontece.
La sensación previa, o mejor dicho, intermedia, es tranquila, parece como si el interior de alguna vena estuviese repleto de sangre espesa recorriéndolo, a punto de desbordarse, como si transportase más sustancia de la que puede contener.
Nuevamente, me sorprende el movimiento, es brusco y fugaz. Solo dejo pasar unos segundos y ahí está otra vez. Uno, dos, tres, cuat…, no termino de contar y ya siento mi párpado despegarse de mi globo ocular, un pequeño tirón y de vuelta a sumar hasta casi cuatro.
Dentro de unas pocas horas, se va a cumplir todo otro día desde aquel que llegué de la facultad a mi casa, comí, me bañé, me acosté y empecé a leer un texto acerca de la vanguardia Cubana. Allí, de improviso, se instaló. Esa noche, tuve que dejar a un lado mi libro, porque el breve estallido no se detenía y ya había empezado a imaginar que quizás podía transformarse en un derrame o algo incluso peor. Me acordé del ojo explotado de esa señora (como inferirá el lector, domino la terminología científico-medicinal) por la presión, y cómo el color de su córnea derecha no se diferenciaba del opaco y amorfo rojo-sangre que le cubría una gran parte de su órgano de la visión. No, sinceramente no quiero imaginar mi ojo opaco, amorfo y rojo-sangre.
Decidí dormir con la esperanza de que tan solo fuese un poco de cansancio.
Mañana se me pasa.
La aguja del reloj está por marcar que hace exactamente 21 días que mi ojo izquierdo no cesa de latir.

Natalia Q.

viernes, 4 de mayo de 2007

Optimista

Tu ex se cortó el pelo, usa zapatillas y viaja sola en colectivo. Vos te hacés el Kurt Cobain, con bermudas y medias largas. Pero nosotros sabemos la verdad: Las All Star te las compra mamá cuando se va el finde a Punta.
Cuando te conocí tomabas Pronto Shake o Dr. Lemon; tu auto era el de las chetitas del momento, prototipo femenino, nosotras sabemos cuál. Yo, bueno, en una etapa bastante diferente, esos años en los que estar noviando parecía la situación en la que iba a permanecer el resto de mi vida, te veía y pensaba: pero por qué no me invita a su casa, miramos una película-descontado que tenías cable; lujo u obstinación nunca hubo televisión paga en casa de mamá-, comemos pizza. Nos tenemos que llevar bien, podríamos ser mejores amigos incluso. Cuando el tiempo pasó, y sólo pensar que una mano como la tuya podría rozar mis costillas me daba ganas de llorar, nuevos planes se me ocurrieron.
Ya me pasó decolarme el pelo, tomar merca con un tubito hecho de un billete de cien y querer irme a vivir a un garage. Me dejé crecer el pelo, ahora de color natural, tomo agua mineral y me tapo las ojeras. Busco un trabajo por la mañana, pienso que pronto voy a terminar mi carrera.
Me fui y no te avisé. No te mandé aquel correo "importante", lo único importante ahora es que estoy lejos y ya no te odio.