jueves, 27 de septiembre de 2007

El hombre infecto


Es una herida profunda. Una gran llaga en carne viva. Rellena de pus, desborda sangre todavía húmeda. Chorrea saliva que él me ha escupido. Bien puedo sentir como a cada momento se transforma. Se torna una inmundicia que corroe de a breves instantes la pálida piel. Le despierto violencia como al resto de los hombres e impulsos por demostrar que por mí no siente más que asco. Le repugno. Me lo dijo. No. No me lo dijo. Comienza con su dedo í­ndice a revolver en esa antigua herida que ha sido recientemente abierta. Reabierta. Grito y me desgarro mientras introduce sus mugrientas uñas y empieza a escarbar. Juega con el pus. Le gusta que yo sea infecta. Remueve sus dedos en el interior y me retuerzo de espanto pero parece no darse cuenta. Al mundo le gusta ser cruel. Innecesariamente. Es más difícil ser amable porque toma más trabajo. Como está imposibilitado de tomar conciencia se divierte con la ardorosa llaga que agranda raspando los límites. Cuando siente que estoy a punto de desvanecerme se vuelve indiferente. Sin embargo, al verme en el suelo me escupe de pie. Estoy ya sin voz pero me descubro invitando a una multitud a lastimarme y a meter sus mugrosas manos en la podrida llaga que soy.
Natalia Q.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Pitufo filósofo

Los 10 años fueron la etapa más oscura de mi vida. Lo único que hacía era leer, comer y angustiarme. Pese a esto, recuerdo algunas de las cosas que me torturaban, desafiando las posibilidades de mi inteligencia, y me causan gracia. A saber:

  1. El tiempo: Si Dios creo el mundo hace pocos miles de años ¿Cómo los dinosaurios existieron hace millones? ¿Y el sexto día? Con esta duda me ponía hacer cuentas, escalas de lo que sería un día en el almanaque del Creador y un año en el de los hombres u otras creaturas.
  2. La política: Yo quería ser presidente pero también quería sera arquitecto. Como veía que todos los presidentes habían sido doctores le rompía la cabeza a mi madre. Le preguntaba, varias veces por semana, si tenía la certeza de que alguien que no fuera médico podría tener el más alto cargo del poder ejecutivo de la Nación. Esto iba a ser un problema.
  3. Los nombres de las cosas: Buscaba el motivo de los nombres de las cosas y, otra vez, le preguntaba a mi madre que, ya harta, me respondía, con un simplificado nominalismo, que los nombres los ponían por convención. Pero ¿Quiénes convinieron que la tabla donde se apoya la comida para almorzar se llamara "mesa"? Suponía que debían haber sido los próceres, padres de la patria, en ese entonces, los personajes más importantes que conocía. El que más habría nombrado era, sin duda, Don José de San Martín.
  4. El sexo: Un día me enteré cómo se daba eso de la concepción de las personas y concluí que mis padres, dada la existencia y correspondiente filiación de mi hermana y de mí, debían haber copulado, al menos, dos veces. Un horror.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Si el perro es manso come la bazofia y no dice nada

Como una costurera taiwanesa que cose active wear para Nike, atiendo mutualistas gallegos y digo que estoy en la calle Eloy Gonzalo de Madrid, propuesto en un neutro tirado de los pelos. Todas las mañanas me levanto 4.20, desayuno y, para hacerme la que no sigo una rutina, salgo a la calle con el mismo disco en el discman a ver qué colectivo pasa primero y me lo tomo. Llego e intercambio las siguientes 5 horas de mi día por unos pesos. Procuro tranquilidad a fin de mes.
Me siento fuera del mundo de los otros esta tarde. En la radio entrevistan a una modelito: que le parece más común plantearse si se compra unas tetas que masturbarse.
Hablé con dos hombres esta semana. Uno procuraba la castidad. Otro pedía una reconstrucción de su pasado por boca de una mujer a la que había lastimado.
Descubrí que parece que es bastante dificil, para una chica criada por una madre que la quiso hacer independiente-de los hombres-, no ser la madre más comprensiva de todo amante ocasional.