domingo, 10 de junio de 2007

Recurrente: los agujeros

Pensaba en los agujeros, la diferencia entre ser frágil y vulnerable. Me pregunté hasta dónde se podía escavar y que siguiera quedando algo. Me acordé de una historia.

Hace tiempo que ella siente los agujeros, creemos que nacieron con ella o, al menos, estamos seguros de que los tiene desde que recordamos. No es conciente de ellos las más de las veces, pero hay semanas en que le duelen.
Se imagina que puede recorrerlos con sus dedos de pianistas: las superficies de las cavidades tienen zonas de relieves, como callos, pero también pequeñas partes donde las terminaciones nerviosas están expuestas.
Allí describir las sensaciones se complica. En este ejercicio de la imaginación ella puede, sin embargo, sentir con plenitud el dolor que el roce le ocasionaría: se le presenta como un recuerdo haber tocado con el borde de la uña el cuello de un diente donde la encía se le había retraído y la comparación es perfecta. Se alegra, se alivia. Poder darle palabras al dolor la tranquiliza.
Son instantes. No puede dejar de pensar en los agujeros. Ya van cuatro semanas que le pasa lo mismo: agujeros, encía retraída; agujeros, encía retraída; agujeros, encía retraída. Esto ya no es ni reflexión ni interpretación. Es una secuencia que no tiene sentido. Como un sedante que va al síntoma y lo duerme, que se repite y el sedante otra vez. Sabe que está al borde de algo a lo que, en este caso, elije transitar sin ponerle nombre y si pasa, pasa.


3 comentarios:

Rogelio Ferreyra dijo...

Muy buena descripción, como siempre, y el final hasta tiene misterio y suspenso.
Buenisimo.

Anónimo dijo...

gracias. sabía, rober, que lo dela encía te gustaría.

Hipotermia dijo...

Me gusta mucho, tiene cierto elemento fantástico, no?
Me pasó de obsesionarme con una sensación una vez que pude identificarla y evocarla. Y no es para nada tranquilizante si es de dolor o displacer.
Bueno, nomás eso.
Un saludo. No les doy un beso porque contagio.